ESPOSA DE JUANCHO ROIS




Dalia Zúñiga aún carga un dolor que no le cabe en el cuerpo. Dice que es muy grande y que en algún momento la va a acabar. Desde que Juancho Rois se mató en una avioneta, el 21 de noviembre de 1994, ella no para de llorar.

“Yo siento que Juancho está vivo”, dice. Entonces, cuenta que después de la tragedia sólo en dos ocasiones lo ha visto en sus sueños. En el último de ellos sintió una caricia en su mejilla y escuchó aquella voz inconfundible que intentaba calmar su angustia: “No sufras tanto”. En el primero, lo vio sentado en una mecedora de mimbre, en mitad del parque de su natal San Juan del Cesar, halándola una y otra vez, pero, según ella, sin poder llevársela.

—¿Usted dialoga con él?
—Sí, yo le hablo —responde—. Le cuento cómo está su hijo, que ya tiene 14 años y vive en Montería junto con su mamá. Le pregunto por qué me dejó sola y triste…
 Dalia vive encerrada en su cuarto, acompañada de un televisor y decenas de videos en los que aparece su hijo interpretando las canciones que lo hicieron famoso. En el interior de la habitación construyó un baño con el propósito de permanecer enclaustrada el mayor tiempo posible. A pocos metros, casi al fondo de la entrada principal de la casa, está la estatua de Juancho Rois exhibida a través de una urna de vidrio.
Ahí está desde hace más de 13 años, de pie, tamaño natural, vestido con una camisa a cuadros, pantalón gris y zapatos marrones. En su pecho luce el amuleto de oro que usó en vida, y del ojal de la pretina cuelga un llavero, también de oro. Los brazos y las manos están en señal de saludo, con los pulgares hacia arriba, y en el rostro, brillante por la silicona, se destacan el bigote cuidadosamente repintado y los famosos dientes de conejo. El cabello cae sobre los hombros y la mirada muerta delata el esfuerzo del escultor.
Dalia mira de soslayo la estatua y cuenta, sin preguntársele, que los dolores del parto le comenzaron a las ocho de la noche del 24 de diciembre de 1958 en la casa de Mélida Coronado, ubicada en la Calle del Carmen del municipio de San Juan del Cesar. Tenía 18 años y había decidido compartir su vida con Juan El Negro Rois Fernández.